Bueno como te dije Sonia soy "culoveoculoquiero", tu escribiste como pasabas tus vacaciones en la infancia y yo no voy a ser menos; aunque sabes que escribiendo me superas con creces, así que intentaré explicarme lo mejor que pueda.
Empiezo por la edad adulta y la manera en que he pasado las vacaciones este verano. Allá voy: pues he estado dos meses con la family en un apartamento cerca de las playas de Tarragona. La mayor parte del tiempo contemplando el océano en primera línea de playa, bien preparada con mis gafas de sol, mi biquini, mis posaderas bien aposentadas en la silla, debajo de la sombrilla y con protector solar 50 para no quemarme, cosiendo punto de cruz o haciendo ganchillo, siendo el centro de atención de todas las miradas circundantes indiscretas. La novedad de este año, es que a pesar de tener que moverme por la arena con mi muleta tuneada, he podido sumergirme con gafas de buzo y tubo a ver lo que me deparaba el fondo del mar. Sí, sí haciendo snorkel. Me he tirado largos ratos metida en el agua con las gafas, el tubo y mirando el fondo del mar (aunque a veces si miraba hacia detrás me veía esa pata que todavía no consigo que se sostenga arriba en la superficie), hasta que tenía tanto frío que me costaba moverme y salía arrugada como una pasa. Imaginaos la escena: con la marca de las gafas, la piel de gallina, temblando como una pasa y haciendo señales para que alguno de los míos viniera a mi rescate para salir a la orilla .
Ahora van los veranos de mi infancia. Desde que tengo uso de razón (y mirar que de eso tengo poco), mis veranos los he pasado siempre en el Delta del Ebro, cerca de un pequeño pueblo llamado "Els Muntells". Yo era afortunada porque era la nieta mayor y me iba de vacaciones con mis abuelos, a un apartamento que ellos tenían arrendado todos los veranos, cuando acababa el cole. Mi abuela me daba todos los caprichos y mi abuelo gruñía mucho porque el hombre era así. En los apartamentos donde estábamos había piscina y cada año estábamos la misma peña. Después de un año sin vernos tardábamos días y largos ratos de las noches en ponernos al día de todas las cosas que nos habían pasado.
Allí cerca, en otro pueblo, mis abuelos tenían unos amigos que eran más que familia y yo una gran amiga. Allí, no habían casas ni pisos todo eran como grandes masías, con sus corrales, sus grandes almacenes para la cosechas, sus grandes eras, sus caminos de tierra, grandes cultivos....
Por la mañana, mi abuela y yo íbamos a comprar el pan a una tienda muy cercana, donde me compraba cada día lo que quería para desayunar. Volvíamos al apartamento y desayunábamos con mi abuelo y luego a la playa. Lo curioso es que allí habían dos playas, una la que todos conocemos con olas y la otra era como un lago, nunca habían olas y antes de que te cubriera te habías cansado de andar mar a dentro. Después de la playa a comer. Mi abuelo a hacer la siesta, mi abuela a leer revistas del corazón o novelas de amor y yo con los amiguetes por allí. Cuando el hambre acechaba era la hora de merendar y luego dependiendo del humor que estaba mi abuelo o nos íbamos al pueblo o nos quedábamos allí.
El día que por la tarde íbamos al pueblo me iba a ver a mi amiga Vicky y mis abuelos a ver a sus amigos, ya veis, si debían ser cinco o seis familias en todo el pueblo y todos ellos entre ellos familia unos de otros. Con Vicky me lo pasaba genial. Allí en el pueblo nos íbamos ha hacer la cosecha, a recoger tomates, melones, pimientos, lo que hubiera de temporada. Luego a dar de comer a las bestias; tenían patos, pavos, pollos, gallinas, cerdos, vacas, caballos...me encantaba darles de comer.
El día que mi abuelo no quería salir pues nos quedábamos por allí y paseaba con mi abuela o me iba a la piscina.
Al mes y medio de estar allí, aproximadamente, era cuando mi padre cogía vacaciones y se reunían con nosotros y ya se me acababa la tontería, los caprichos de la abuela y la libertad. Eso quería decir que solo quedaban quince días de vacaciones, pero coincidían con las fiestas del pueblo y como mis padres tenían ganas de playa y yo ya andaba un poco harta de estar todas las mañanas en la playa, si mis padres me dejaban que era la mayoría de las veces menos cuando mi hermana se ponía muy tonta, yo me iba con los yayos a las fiestas del pueblo y lo que más me gustaba era correr con las vaquillas, allí soltaban vaquillas por las calles y a correr estilo a los San Fermines pero con animales que no levantaban medio metro del suelo y cuando las encerraban les dábamos de comer.
Se acababan las vacaciones y de vuelta todos a casa y a los pocos días al cole.
Yo solo puedo decir que lo pasaba genial.
Otro día os explicaré algunas de las historietas que viví allí. Al ser la nieta mayor también me iba por Semana Santa y a otros eventos que surgían.
Lo triste es que este año volví al pueblo después de no haber ido desde hacia mucho y aquello ya no parece un pueblo, había lugares que no reconocía, muchos bloques de pisos, las grandes casas con sus grandes eras habían desaparecido, los lindos caminos de tierra donde tantas lesiones habíamos sufrido se han convertido en calles asfaltadas, no se ven animales sueltos...para mi ha perdido todo el encanto que tenía con la llegada de la modernidad.
Hasta la próxima!!!